Voluntariado responsable: cómo asegurar un impacto positivo cuando trabajamos en países en vías de desarrollo
Infancia
En verano, las redes sociales se llenan de instantáneas de personas europeas que viajan a algún país de África durante un par de semanas para participar en campamentos con menores. Hacen manualidades, juegos, clases de idiomas… y fotos, muchas fotos. Fotografían también los paisajes, los contrastes culturales y los rostros de quienes les reciben. A menudo, sin mala intención, se corre el riesgo de romantizar realidades complejas y convertir experiencias solidarias en una especie de viaje exótico.
No buscamos incriminar a quienes, con buena voluntad, utilizan sus vacaciones y recursos para ofrecer espacios de entretenimiento y educación a menores en situación de vulnerabilidad. Pero sí creemos necesario abrir una reflexión crítica sobre cómo las prácticas de “volunturismo” (no voluntariado) pueden afectar negativamente a las comunidades que dicen querer apoyar, especialmente a los niños y niñas.
La importancia de la profesionalidad
Uno de los problemas más comunes en campamentos con voluntariado de corta estancia es que, al promover vínculos afectivos intensos, se generan expectativas difíciles de sostener. La despedida, tras unos días de conexión emocional, puede provocar sentimientos de abandono, tristeza y confusión en los menores. Una interacción afectiva desproporcionada no sustituye el acompañamiento sostenido y profesional que los niños necesitan.
Además, este tipo de intervenciones puede desplazar a profesionales locales, invisibilizar su trabajo y minar la confianza que los menores tienen en ellos. En lugar de crear dependencia emocional con figuras pasajeras, el voluntariado debe reforzar el papel del profesorado y de las iniciativas locales, que son quienes verdaderamente sostienen el proceso educativo y social a largo plazo.
El daño estructural: una imagen que lo distorsiona todo
El volunturismo no solo puede perjudicar emocionalmente a los menores; también desestructura el trabajo de las organizaciones que trabajan por el desarrollo desde un enfoque de derechos humanos y sostenibilidad.
Este tipo de intervenciones refuerza una narrativa simplista y paternalista: la del “blanco salvador” que llega para “cambiar vidas” con juegos, abrazos y fotos. Una narrativa que choca con décadas de trabajo de sensibilización, cooperación horizontal y empoderamiento comunitario. Además, alimenta una lógica de consumo solidario que convierte los contextos de exclusión en experiencias personales para quien va, y no en procesos colectivos de transformación.
Revisemos nuestras propias narrativas
Antes de embarcarnos en una experiencia de voluntariado en países en vías de desarrollo —y especialmente si vamos a trabajar con menores— deberíamos hacernos algunas preguntas incómodas: ¿Haríamos esto en nuestro propio país? ¿Subiríamos fotos de menores desconocidos sin permiso? ¿Nos parecería adecuado que alguien sin formación específica diera talleres a nuestros hijos durante dos semanas?
La reflexión personal es esencial para un voluntariado ético. Preguntarnos si nuestras acciones serían apropiadas en nuestro entorno ayuda a evitar prácticas condescendientes, y nos permite situarnos desde el respeto, la humildad y el compromiso real.
Alternativas responsables: cuando el voluntariado suma
No todo voluntariado de corta duración genera un impacto negativo. Existen propuestas bien diseñadas que aportan valor sin desplazar a actores locales ni dejar huella emocional indebida en las comunidades.
En el ámbito sanitario, por ejemplo, hay estancias formativas breves donde profesionales cualificados imparten talleres técnicos sobre el uso de herramientas como ecógrafos, o actualizan protocolos específicos. Su aportación no radica en cubrir vacíos asistenciales, sino en fortalecer las capacidades del personal local, generando un impacto real y sostenible desde un enfoque de colaboración.
Porque cambiar el mundo no va de protagonismo, va de dejar capacidad instalada. Y eso exige profesionalidad, respeto y conciencia.

Schehrezada Parro Tomé
Cooperante con un enfoque social en las migraciones internacionales, las personas refugiadas y los derechos humanos en una variedad de campos que incluyen la comunicación, la defensa política, el derecho internacional humanitario y la protección y gestión de los mismos en terreno.
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