Repensar el éxito

Infancia
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Durante toda nuestra vida la palabra “éxito” no deja de resonar a nuestro alrededor. Para muchos, el éxito en la infancia se traduce en aprobar con buenas notas; más adelante, en conseguir muchos "likes" en Instagram, hacer los mejores bailes para TikTok, tener una casa propia, conducir un coche caro, ser emprendedor o alcanzar la llamada libertad financiera. Y se nos dice que, si alcanzas todo eso, entonces serás feliz. Pero… ¿y si no fuera así?

A principios de abril me dieron una noticia que me afectó profundamente: mi vecino Pedrito había fallecido por una neumonía. Tenía sólo 22 años. Pedrito nació con parálisis cerebral a causa de una negligencia médica en el parto. Necesitaba apoyo constante en su día a día, sin embargo, no utilizaba el lenguaje oral, y aun así se comunicaba de forma rica y significativa; y aunque no caminaba, dejaba huella. Tenía una forma única de estar en el mundo: sin palabras, te hablaba; sin moverse, llenaba una habitación. Fue un maestro silencioso de ternura, humor y paciencia. Su familia —especialmente Rosa, su madre— vivía por y para él. Aunque atravesaron momentos difíciles, nunca escuché una queja. Más bien al contrario: Rosa sigue viniendo a casa con una sonrisa, preguntándote cómo estás, siempre dispuesta a ayudarte sin esperar nada a cambio. Esa entrega silenciosa me enseñó algo más profundo sobre lo que significa vivir con sentido; o mejor dicho, de forma exitosa.

Cuando me comunicaron su fallecimiento, recordé todos los momentos que compartimos. Y todos eran felices. Pedrito conseguía sacarte una sonrisa con una mirada, una expresión, una broma improvisada. Me pasó lo mismo cuando he visitado residencias o centros de personas con discapacidad: siempre salgo más feliz de lo que entré. Y entonces me hice la gran pregunta: ¿Cómo es posible que personas que, a menudo ignoradas o subestimadas por una sociedad centrada en la productividad, generen tanta felicidad en los demás? Pedrito y su familia han triunfado. No porque abunden en bienes materiales, sino porque han sabido quererse, aceptarse y darse. Mandela decía: ⁠ “lo que cuenta en la vida no es el mero hecho de haber vivido. Es la diferencia que hemos hecho en la vida de los demás lo que determinará el significado de la vida que llevamos.” ⁠Quizás sea momento de preguntarnos: ¿qué estamos enseñando a los más pequeños sobre la felicidad y el éxito? En una sociedad que premia el rendimiento y la competitividad, ¿quién educa en la empatía, el cuidado o la generosidad? ¿Qué pasaría si en los colegios incluyéramos una asignatura para ayudar a los demás, para aprender a mirar al otro, para cuidar? ¿Y si enseñar a cuidar fuera tan importante como enseñar matemáticas?

Sin lugar a duda, debemos repensar y redefinir el concepto imperante de éxito. Modelos como el aprendizaje-servicio ya nos muestran que se puede aprender ayudando. Y tal vez eso sea la base de una vida feliz: disfrutar de la paz interior que brota al dar la vida por los demás, sin exigencias. La historia de Pedrito también nos enseña que la felicidad y la dignidad no deberían depender únicamente de la fuerza de una familia, sino del apoyo de una sociedad que cuide, acompañe y no deje solas a las personas más vulnerables. Tal vez no podamos cambiar el mundo entero, pero sí podemos cambiar la manera en la que lo miramos; y, sobre todo, la forma en la que educamos a los niños y niñas que lo van a habitar.

En Open Motivation trabajamos mediante las redes de apoyo como enfoque transversal para construir entornos donde el cuidado, la empatía y la dignidad sean el verdadero indicador del éxito colectivo, especialmente cuando acompañamos a niños y niñas en contextos de exclusión social.

Enrique Serrano Herrería

Enrique Serrano Herrería

Soy un apasionado de la gestión de personal, educación y de la dirección de equipos. Actualmente, desempeño el papel de Coordinador de Proyectos Educativos en Blanc i Negre Animacio, donde lidero iniciativas que involucran la comunicación efectiva con colegios y AMPAS.

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