Cuando volver al cole no siempre es una sonrisa: desigualdades visibles e invisibles en la infancia

En el pasillo, antes del timbre, hay dos mochilas apoyadas en la pared. Una está nueva; la otra, cosida dos veces por el mismo sitio. Quien lleva la primera entra corriendo. Quien lleva la segunda se queda un segundo más, como si necesitara aire antes de cruzar la puerta. Septiembre no es igual para todos.
En el aula, las desigualdades se ven y se intuyen. Están en los libros que faltan, sí, pero también en lo que no se dice: quien no levanta la mano por miedo a equivocarse; quien vuelve con un nudo en el estómago porque sabe que en el recreo no le van a elegir; quien llega tarde porque en casa ayuda con las cosas de los/as pequeños/as o con la comida. A veces, la presión es otra: estar siempre “a la altura”, no fallar, sonreír aunque por dentro tiemble.
Aquí los docentes pueden convertir el aula en refugio. No hace falta una gran metodología para empezar: aprenderse los nombres rápido, saludar mirando a los ojos, detectar cuándo alguien necesita una pregunta sencilla para entrar en la conversación. Reservar cinco minutos de tutoría para “lo importante”: ¿cómo llegas hoy?, ¿qué te preocupa?, ¿qué te ilusiona? Un gesto así cambia un día… y, a veces, una trayectoria.
En casa, acompañar no es solo revisar deberes. Es preguntar sin prisa en la cena, normalizar que el miedo existe y que se puede hablar de él. Es recordar que el valor no se mide por notas ni por el estuche más completo. Hay niñas que necesitan que alguien les quite peso de los hombros; hay niños que necesitan permiso para estar tristes. Nombrarlo abre espacio y alivia.
Detrás de cada mochila hay una historia. Algunas brillan de entusiasmo; otras esconden dudas, angustias o soledad. Mirar con atención, sin dar por hecho que la sonrisa está garantizada, es un primer paso para construir escuelas y hogares más justos.
Tres microgestos que ayudan esta semana:
- Una conversación de 10 minutos sin pantallas al terminar el día: “Lo mejor de hoy / lo más difícil de hoy”.
- Un mapa de apoyo en el aula: cada estudiante escribe a quién pediría ayuda y por qué. Repetir al mes y comparar.
- **La rúbrica de la confianza: **celebrar públicamente esfuerzos invisibles (llegar puntual, escuchar, cuidar a otros).
Porque educar es dar conocimiento, sí, pero sobre todo es dar confianza. Y eso se nota en septiembre… y en todo el año. Y quizá el reto más profundo no sea llenar las mochilas de libros, sino de certezas de que cada niño y cada niña son vistos, escuchados y acompañados.
En Open Motivation creemos que cada mirada puede transformar una vida; por eso trabajamos para abrir espacios donde la educación sea también confianza, cuidado y comunidad.

Jorge Jiménez Cañas
Aspiro a participar en el cambio social global mediante el empoderamiento de las personas vulnerables, através de las instituciones públicas y/u ONG cuyo ámbito sea la cooperación internacional para el desarrollo y la ayuda humanitaria.
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